La artista visual argentina Ileana Gala, presenta una obra que se adentra en territorios donde la palabra suele no llegar. Su trabajo parte de una premisa que la guía desde sus inicios: “Hablar de mi obra equivale a hablar de aquello que, habitualmente, no encuentra su lugar”.
Radicada en París, Gala construye cada pieza como un espacio de refugio para realidades invisibilizadas. Su producción aborda las marginalidades, los cuerpos desplazados y las experiencias que, en la vida cotidiana, permanecen ocultas. “Me interesa enmarcar lo que existe incluso sin permiso”, afirma, aludiendo a temas que atraviesan su investigación: la mujer como construcción social dentro de un sistema desigual, las poblaciones vulnerables en tránsito migratorio y la vida dentro de las prisiones, cuyos habitantes forman parte de una sobrepoblación sistemáticamente ignorada en las grandes ciudades.
Dentro de este universo conceptual adquiere relevancia la figura del “hombre arlequín”, un personaje que la artista define como “símbolo de una precariedad moldeada por los medios que lo domestican y lo reducen a pensar a través de sistemas externos, superficiales e inmediatos”. Esta figura sintetiza las tensiones de un mundo regido por el consumo excesivo y necesidad de respuestas urgentes.

Otro eje fundamental de su obra es el análisis de los marcos que nos sostienen y, a la vez, nos limitan: la familia, el trabajo, las amistades o los hábitos son algunos de ellos. Gala entiende estas estructuras como contenedores de afecto y pertenencia, pero también como engranajes que restringen mediante creencias heredadas y miedos transmitidos, nuestra percepción del mundo y por ende, nuestras acciones. “Son marcos que nos contienen pero que también nos retienen”, señala.
Su práctica artística se caracteriza por el uso de materiales reciclados, una decisión estética y conceptual profundamente ligada a su proceso creativo. “Recupero aquello que ha perdido su función y le doy un nuevo sentido”, explica. La transformación de estos elementos encarna su visión sustentable y se ha convertido en un sello distintivo de su obra.

En cada proyecto surge una pregunta que atraviesa toda su producción: el rol del cuerpo. Para Gala, el cuerpo no siempre necesita aparecer representado para estar presente. La dimensión emocional opera como un puente entre lo visible y lo ausente, generando un espacio donde el espectador se enfrenta a un cuestionamiento visual constante. “Mi búsqueda es abrir un espacio para aquello que no lo tiene y suscitar una reflexión sobre lo que vemos y lo que dejamos de ver cuando elegimos interpretar la realidad”, resume la artista.
Con una obra que combina sensibilidad, investigación y una mirada crítica, Ileana Gala invita a detenerse en lo que usualmente pasa desapercibido y a habitar, aunque sea por un instante, esos lugares donde la sociedad rara vez mira.







