Destacó el obispo Torres, detallando seis frutos del año jubilar: esperanza, peregrinos, misión, paz, pobreza y ayuda, los que fueron apuntalados por citas bíblicas, documentos de la Iglesia y ejemplos de la vida cotidiana. Al final de la misa, anunció que como continuación del año de la esperanza habrá un año misionero diocesano.

Este domingo fue celebrada la misa de clausura del año jubilar en la Catedral San Rafael, presidida por el obispo diocesano Pedro Torres y concelebrada por 12 sacerdotes, ante una multitud de fieles, en el marco de la fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret.
«En este año el anuncio que resonó a lo largo del tiempo jubilar y sigue resonando es Jesús es nuestra esperanza y la esperanza no defrauda porque el amor de Dios fue derramado en nuestros corazones por el espíritu que nos fue dado», expresó Torres (el 27 de diciembre cumplió 12 años de la ordenación episcopal y el 20 de diciembre 3 años como obispo de Rafaela) en el inicio de una extensa homilía de casi 18 minutos.
Y agregó: «Para interiorizar y comprender esto estamos invitados especialmente en este tiempo de Navidad a hacernos como niños: a ser simples, humildes y pequeños. Los niños nos enternecen y sorprenden».
En otra parte del sermón, el titular de la Diócesis fue detallando los seis frutos del año jubilar: esperanza, peregrinos, misión, paz, pobreza y ayuda, los que fueron apuntalados por citas bíblicas, documentos de la Iglesia y ejemplos de la vida cotidiana.
«Llevarnos la esperanza, tan necesaria e inexpresable, que hemos contemplado a lo largo del año en signos y la hemos cantado. Hemos contemplado en el logo del jubileo como un ancla que nos sirve para que las tormentas no nos estrellen contra la costa y nos lleven sin destino. Lo contemplamos en la cruz que es nuestra única esperanza», remarcó.
También «tenemos que llevarnos en segundo lugar una certeza iluminante que el papa Francisco nos mostraba: somos peregrinos y caminamos juntos. Este ser peregrino es lo que da sentido, resignifica la comunidad y la familia, no es solo un dato cultural. Peregrinar con una mirada contemplativa, no superficial y con realismo, que gozamos de la libertad creatural, limitada y situada».
«Llevarnos del jubileo un tercer fruto: el compromiso de ser una Diócesis en misión, un bautizado que es sembrador de esperanza, sembrando la palabra y la eucaristía; aprender al agradecimiento, la alabanza y el sacrificio de adoración por Cristo. Salir de nosotros para abrir puentes y puertas, para contagiar alegría y fraternidad. El tiempo jubilar no se cierra, se abre a la misión», testimonió.

El cuarto fruto es «llevarnos y llevar la paz. Como dice el papa León, una paz desarmante. En el mensaje para la jornada de la paz del 1 de enero, en un contexto que no es la Pascua repite la orden de Jesús a Pedro: ´envaina la espada´, esa que le cortó la oreja al sirviente, esa espada que cercena y anula la escucha; desarma tus violencias. El jubileo lo vivimos en medio de guerras dramáticas en tantos rincones del mundo; el Papa nos invita a envainar las espadas físicas y verbales».
«Otro fruto -añadió- es llevarnos a Jesús pobre entre los pobres con una acción de amor que reconoce la dignidad de cada hombre. A veces hablamos de los pobres y de los frágiles como si nosotros no lo fuéramos. El papa León dice ´la bondad es desarmante; por eso, Dios se hizo niño, el misterio de la encarnación que tiene su punto de mayor abajamiento en el descenso a los infiernos comienza en el vientre de una joven madre y se manifiesta en el pesebre de Belén´».
Finalmente, «el sexto fruto es llevarnos el compromiso de dejarnos ayudar como Jesús que se dejó cuidar por María y José. Nos dice el Papa en el mensaje de 1º de año: ´la reconocida cortedad de las fuerzas humanas aconseja al hombre a buscar el apoyo de los demás. Es mejor que estén dos que uno solo, tendrán la ventaja de unión, si uno cae será levantado por el otro; hay del que está solo, pues si cae no tendrá quien lo levante´».
Antes de terminar la hermosa ceremonia de cierre jubilar, Torres aprovechó para hacer tres anuncios: como continuación del año de la esperanza habrá un año misionero diocesano; a partir del 28 de febrero estará como «párroco» en Soledad por un tiempo, donde vivirá en esa localidad del departamento San Cristóbal; y el diácono permanente Héctor Sosa, quien hace 20 años ayuda en la parroquia San Pedro-Santa Josefa Rosello, irá a Susana a animar la pastoral en esa vecina localidad al sur de Rafaela.







